Sunday, December 24, 2006

El cuento del nacimiento de Jesús, recogido de La Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI)


Lucas 2:

1 Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el imperio romano.
2 (Este primer censo se efectuó cuando Cirenio gobernaba en Siria.)
3 Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo.
4 También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la ciudad de David,
5 para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta
6 y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo.
7 Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.
8 En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños.
9 Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor.
10 Pero el ángel les dijo: "No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo.
11 Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.
12 Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre."
13 De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían:
14 "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad."
15 Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: "Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer."
16 Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre.
17 Cuando vieron al niño, contaron lo que les habían dicho acerca de él,
18 y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían.
19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas.
20 Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho.


No he querido dejar de pasar a dejarles mis saludos por estas fiestas amig@s.
Feliz Navidad y mis mejores deseos para este Año Venidero
y sobretodo Paz, amor y felicidad en el mundo.

Saturday, December 02, 2006

Toreros...


Eran los años setenta, en el distrito de La Banda, provincia de Sicuani Departamento del Cuzco. Nosotros en condición de “deportados” por motivos familiares vivíamos entre la casa familiar y la hacienda del suegro de mi padre, donde pasamos los días y horas más interminables de nuestra infancia, en medio de la tristeza que nos agobiaba por el problema de nuestros padres.

Don Domingo un hombre rudo pero con un corazón muy grande, a quien de cariño lo llamábamos "El abuelito", por su comprensión y cariño hacia nosotros, quien le daba a nuestra vida lo que nos hacia falta “amor”.

La casa hacienda era muy grande, construida de adobe, tejas y paja , tenia un pequeño establo y un bosque de árboles de eucaliptos donde Don Domingo criaba sus animales, entre ellos toros, vacas y ovejas.

Muy al fondo se veían las grandes extensiones de sembrados de patatas y maíz que junto al riachuelo de agua cristalina que pasaba al borde de la casa del abuelo, eso le daba el toque perfecto a la casa - hacienda que era de ensueño.

La casa de campo colindaba con un Cementerio y una Iglesia que funcionaba solo en fiestas y al lado de la iglesia había reservada una extensión cercada con muros de adobe y paja con dos entradas que servia para las ferias dominicales que los campesinos de la zona utilizaban para realizar los trueques o cambios de productos de pan llevar o las famosas corridas de toros que los campesinos organizaban en sus Fiestas Patronales.

Estas corridas eran tan vistosas, que el campesino se lanzaba al ruedo con su poncho de color rojo y con un litro de aguardiente o ron de caña en el cuerpo y terminaban en el suelo dormidos ó muchas veces mal heridos por una cornada del animal, pero la fiesta era interminable e inolvidable al ritmo de bandas de música, tambores, quenas, antaras, violines, mandolinas y guitarras que perduran en mi memoria, la fiesta duraba casi una semana.

Después de todo venia el silencio, la calma se apoderaba nuevamente del lugar, el tiempo transcurría lentamente, a no ser que esporádicamente fallezca un morador de la zona y se realice un entierro, donde volvían a escucharse cánticos y llantos de mujeres en idioma quechua que despedían al familiar muerto, después de eso nada de nada.


Nosotros nos levantábamos muy temprano, a ordeñar a las vacas y ayudar al abuelito en los quehaceres de la chacra, a veces de traviesos cogiamos la ubre de la vaca y succionábamos directamente la leche que era muy deliciosa...Que no hacíamos esos días de nuestra infancia...

Para variar lo anecdótico de todo esto es que el abuelito en la hacienda, tenía un torete negro que recién crecía, más o menos de 1 año de vida y nosotros como habíamos presenciado de manera casual un par de corridas de toros en la Feria de Pampacucho - Sicuani, donde llegaban toreros Españoles entre otros, nos había crecido la afición por las corridas de toros y decidimos una tarde de tantas, sin que se de cuenta el abuelito. Llevar al animal, al lugar donde se realizaban las ferias, cerrábamos las salidas y nos alistábamos a torear al torete del abuelo, para eso alistábamos un poncho rojo para sustituir a la capa, sacábamos unas espinas gruesas de diez centímetros que crecían en los cactus de la zona, lo amarrábamos junto a un palo de un metro, y teníamos las banderillas listas para nuestra tarde. Y comenzaba la faena, mi hermano salía a torear al toro y yo le acompañaba para poner las banderillas, imitábamos todo lo visto en una corrida oficial.

Que emoción indescriptible la de ese momento, era una mezcla de sensaciones, el miedo y la ilusión de jugar a ser torero. Tendrían que habernos visto ese momento, retando al toro y mirando como el animal se alistaba todo un pura sangre a entrar a la capa, rascando el suelo para atrás con sus patas, mirándonos fijamente y nosotros niños respondiendo al frente suyo con un "ole y ole" , coronando nuestra tarde, entre aplausos imaginarios, mirando alrededor, alucinando al publico con nosotros, como a los grandes toreros y así llegaba lo mejor del momento la supuesta muerte del toro. Era enfrentar al animal a solas, sin ayuda de mi hermano. Mi hermano se subía al muro y comenzaba a tocar fingiendo cual corneta, una copla española de esas que anuncian el momento cumbre de la tarde, pasado el momento y el susto, era el turno de mi hermano y entraba al ruedo y yo hacia lo mismo en el muro, y al final regresábamos cansados y exhaustos, de esa tarde de gloria, junto al animal.

Adorabamos al torete , le dabamos de beber y comer en abundancia,en las tardes siguientes, repetir nuevamente otra jornada de sol y gloria.

Mi hermano con diez años y yo con once años, eramos la dupla ideal de esas tardes inolvidables de toros que nunca volverán, pero perduraran en mi memoria, en la extrañada hacienda del abuelo Domingo.